GRUTA DE SAN JOSÉ
Siguiendo el recorrido de la Procesión Cotidiana, se sale de la Gruta de la Natividad a través de un túnel practicado por los franciscanos para garantizar un acceso directo al lugar santo y se llega a la Gruta de San José.
Esta gruta, remodelada en estilo moderno por el artista Farina, debía de ser la cueva más próxima al lugar de la Natividad. A la salida del pequeño túnel, a la derecha, se encuentra el “Altar de San José”.
Frente a éste se conservan los cimientos de un muro constantiniano y un arco pre-constantiniano: estos elementos revelan que ya en los siglos I-II el lugar estaba habilitado como lugar de enterramiento “ad sanctos”.
De hecho, la costumbre de enterrar a los muertos junto a lugares santos era una práctica común, también en occidente (en Roma, por ejemplo). Ya en las escaleras que conducen desde las grutas subterráneas a la iglesia de Santa Catalina es posible observar los muros de apoyo de las tres construcciones sucesivas de la zona absidal: uno de la época constantiniana y otros dos de época bizantina, uno de los cuales parece ser un proyecto no completado.
GRUTA DE SAN JERÓNIMO
En la gruta intermedia entre la Gruta de San José y la Gruta de San Jerónimo se encuentran dos altares: uno dedicado a las santas Paula y Eustoquio, el otro a los santos Jerónimo y Eusebio de Cremona.
En la pared, a la derecha del primer altar, hay tres sepulcros dispuestos al estilo de las sepulturas en la zona rural de Roma (Lacio). Este detalle permite suponer que aquí vivían fieles procedentes de las comunidades latinas, que mantuvieron la costumbre de enterrar según el uso romano de las catacumbas, donde los cuerpos eran depositados en nichos practicados en las paredes.
Desde la última gruta, dedicada a San Jerónimo, es posible acceder directamente al claustro de los cruzados a través de una escalera interna.
GRUTA DE LOS INOCENTES
Situados de espaldas al “Altar de San José”, a la derecha se encuentra la Gruta de los Inocentes.
En ella se distinguen tres arcosolios que albergaban entre dos y cinco enterramientos. Aquí se recuerda la memoria de la matanza de los inocentes, ordenada por el rey Herodes el Grande poco después del nacimiento de Jesús (Mt 2,16).
En los primeros siglos, la memoria de los Santos Inocentes era celebrada en la gruta adyacente, que debía de ser un osario común, puesto que allí se encontraron muchos restos de huesos.
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