Se encuentra actualmente en las grutas vaticanas, bajo el altar papal de la basílica de San Pedro. El complejo funerario se encontraba bajo un relleno de tierra que proporcionó una base para la construcción de la antigua basílica de San Pedro durante el reinado de Constantino I alrededor del año 330.
En el año 1939, siendo papa Pío XII, y cuando se llevaban a cabo las excavaciones para preparar la tumba de Pío XI, se descubrió un mosaico.
Existía una tradición que decía que debajo del altar papal, debajo del baldaquino de Bernini, bajo la cúpula de Miguel Ángel, había una necrópolis,19 un cementerio, donde había sido enterrado San Pedro, pero de esto todavía no había certeza.
Pío XII mandó que siguieran excavando y apareció la necrópolis.
Constantino I el Grande, para agradecer a Cristo que, según él, le había dado la victoria en la batalla de Puente Milvio sobre Majencio, se convierte al cristianismo; en Roma, hay un obelisco en el que se lee: «Aquí fue bautizado Constantino por el papa Silvestre.» Después de ello, Constantino comenzó a construir una serie de templos cristianos; uno de ellos fue la basílica en honor de San Pedro, que según él, estaría edificada sobre la tumba del Apóstol.
Hay indicios que llevan a pensar que él estaba seguro de la localización exacta de la tumba: por ejemplo, empieza a edificar su basílica en la ladera de un monte que tiene mucho desnivel (11 metros), lo que hace realizar un gran trabajo de movimiento de tierra para lograr una explanada (sin maquinarias), aunque no tan lejos tenía un sitio que parecía ideal: la explanada del circo de Nerón, que medía trescientos metros de largo y unos cien de ancho.
Construyendo en este sitio se hubiera evitado grandes costos y trabajo. Otras dificultades que se deben haber presentado, además de las técnicas, serían las morales y jurídicas, ya que bajo esta construcción quedaba enterrada una necrópolis que era muy importante en Roma y en la que estaban enterrados personajes importantes de aquella sociedad, como los Flavios y los Valerios.
El papa Pío XII anunció por radio en el tiempo de Navidad de 1950 que se había encontrado la tumba de San Pedro. Una vez culminada la investigación sobre dicha tumba en 1952, la profesora Margherita Guarducci, autoridad en epigrafía griega, comenzó a descifrar los grafitos que hay en uno de los muros contiguos a esa tumba.
Algunos de ellos, que estaban casi escritos unos sobre otros son: «Pedro, ruega por los cristianos que estamos sepultados junto a tu cuerpo.»
También se consiguió el logotipo de San Pedro, que era como una P y en el palo vertical tres rayas horizontales en forma de llave. Esta profesora concluyó que por allí está la tumba de San Pedro, pues entre los grafitos plasmados en el muro denominado G (de color blanco) y en el adyacente (de color rojo), descifró un grafito que significa: «Pedro está aquí».
Al excavar descubrieron un nicho forrado de mármol blanco, que contenía huesos.
La responsabilidad de estudiar estos huesos recayó en Venerato Correnti, profesor y catedrático de Antropología de la Universidad de Palermo. En el estudio definió que en el nicho había huesos humanos y el de un ratón. Con respecto al animal, indicó que se coló por alguna rendija y al no poder salir murió allí. Un detalle interesante es que los huesos de los pies no aparecieron entre los restos hallados, y se puede recordar, que quien era crucificado cabeza abajo (entre los diferentes modos que existían en la crucifixión), se le descolgaba cortando los pies y así el cuerpo caía al suelo.
El papa comunicó al mundo tal hallazgo, en junio de 1968, asegurando que se habían encontrado los restos (reliquias) de San Pedro Apóstol. La editorial Vaticana publicó un libro escrito por la profesora Guarducci con toda la información y que se titula Las Reliquias de San Pedro.
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