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sábado, 31 de octubre de 2020

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO
“ El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido ”




san Lucas 14, 1. 7-11

Jesús, en este fragmento del evangelio de Lucas, nos presenta como debe ser la actitud del cristiano en su vida de relación con los demás.

 Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: «Cédele el puesto a este”.

 Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

 Siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio.

 Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo.
 Hoy es sábado ponemos nuestra mirada en la Santísima Virgen, Ella la esclava del Señor, la que destaco en humildad, que nos ayude a nosotros en este camino de crecer para abajo


¡Cuánto nos gusta aparentar!, creernos el ombligo del mundo, que los demás vean en nosotros a un líder o un hombre envidiable; y nos encanta que todo el mundo nos haga caso y nos trate con reverencias.

 Jesús nos lo dice claramente: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.


VIERNES
“ ¿Es licito curar los sábados o no? ”





san Lucas 14, 1-6
Distinta postura de Jesús y los fariseos sobre lo el sábado, el día del descanso de Dios y de los hombres, según la tradición judía.


 Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Para los fariseos lo principal es cumplir la Ley


 Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?».
Para Jesús, antes que la ley está la persona humana. Para él no hay una posible ley divina, ni una ley humana que no permita curar en sábado, que no permita amar a una persona necesitada.

 Ellos se quedaron callados. 
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. 
Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en seguida, aunque en día de sábado? ». Y no pudieron replicar a esto.



Siempre que vemos en el evangelio este asunto del sábado, a toda velocidad no ponemos a lado de Jesús. Pero cabe preguntarnos si en nuestra vida real es así. Si lo primero para nosotros es el amor, el amor al hermano, como lo fue para Jesús, y si no caemos en el legalismo de cumplir alguna ley y dejar tirado al hermano necesitado. El amor es lo primero y principal. Esta es nuestra ley suprema, la ley de Cristo.

JUEVES  
“ ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!






san Lucas 13, 31-35 
 El evangelio de hoy nos hace sentir el contexto amenazador y peligroso en el que Jesús vivía y trabajaba. Herodes, el mismo que había matado a Juan Bautista, quiera matar a Jesús.


En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús: «Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte». 
Jesús les dijo: «Id y decid a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! 

Hoy en el Evangelio nos aparece el dolor de Ntro. Señor por la falta de acogida a su amor, podríamos catalogarlo de fracaso, por la poca respuesta, por el rechazo a Cristo. Debido a esto, “vuestra casa se os quedará vacía”.
 Alusión probable a la ruina de Jerusalén y de su templo. 
Pero Dios no rompe definitivamente con su pueblo. “Me volveréis a ver el día en que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor”. 
Dios ama al hombre, pero no siempre es correspondido. Sin embargo, no deja de amarnos.
 La fuerza más grande de ese amor es la cruz, crucificado por amor y perdonando hasta el final. 



Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido. Mirad, vuestra casa va a ser abandonada.
 Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”».

En el horizonte de la vida de Jesús está la Vida con mayúsculas, que resitúa todo, incluso la misma muerte.
Es esa Vida que surge del Amor de Dios, la que orienta el caminar de Jesús y la que se refleja en sus gestos de expulsar demonios y sanar enfermos. Una Vida que nada ni nadie podrá vencer, ni siquiera la muerte.


Ante lo que nos amenaza nuestras reacciones son variadas: miedo, rabia o agresividad, vergüenza; y según ese sentimiento nuestra reacción es diferente: huimos, nos bloqueamos, reaccionamos con agresividad o violencia etc.

“Nada podrá apartarnos del amor de Dios”, clama S. Pablo, “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿la aflicción, la angustia, la persecución…? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado”.

MIÉRCOLES

“ Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce ”





san Lucas 6, 12-19 

Este día fue de singular importancia tanto en la vida ministerial de Jesús, como para su futura Iglesia. 


En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.

La trascendencia de la elección de los Doce hizo que Jesús dedicara toda una noche para estar a solas con su Dios, en íntima comunicación con él. Allí, a luz del Espíritu que lo guiaba y conducía sin cesar, debió pensar en cada uno de los candi-datos, que serían más tarde los apóstoles

 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

El número de los dirigentes del nuevo pueblo elegido debe ser el de Doce, como lo fue el de las tribus de Israel.

Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. 

El Señor quiso elegir a los Apóstoles para que fueran compañeros en su vida y continuadores de su obra después de su muerte. El Señor es quien lleva la iniciativa, Él es quién nos llama, quien nos elige, quien cuenta con cada uno de nosotros y nos brinda la oportunidad de ir a trabajar a su viña.
Los apóstoles eran hombres de su tiempo, con defectos, con debilidades. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres. No ha querido contar con ángeles, el Señor si sabe a quien llama, sabe de nuestras dificultades y sin embargo quiere realizar su obra contando con nuestra pequeñez, con nuestra debilidad para que se vea que es obra suya.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Al bajar del monte con los doce, Jesús encuentra a una multitud inmensa de gente que trataba de oír su palabra y tocarle, porque de él salía una fuerza de vida. En esta multitud había judíos y extranjeros, gente de Judea y también de Tiro y Sidón. 
Y la gente estaba desorientada, abandonada. Jesús acoge a todos los que le buscan. Judíos y paganos. 


Pidamos hoy a estos Santos Apóstoles, Simón y Judas, que nos ayuden a conocer y a amar cada día más al Señor, que podamos hacerlo amar con nuestro testimonio de vida y entrega.


MARTES
“ ¿A qué se parece el Reino de Dios? ”







san Lucas 13, 18-21

Son dos parábolas del reino de Dios: de unos comienzos bien modestos se llega a una realidad bien distinta, marcada por la expansión

 En aquel tiempo, , decía Jesús: «¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». 

El grano de mostaza asombra por su pequeñez, cierto. 
Y la levadura parece cosa bien insignificante pero hace crecer la masa duplicando su volumen.

Y dijo de nuevo: «¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

Pero es que esa historia no solo sucedió en el pasado. Es que sigue sucediendo hoy. En parroquias, comunidades, grupos eclesiales, monasterios… esa levadura que es la Palabra viva y eficaz sigue haciendo que la harina fermente y que donde antes había indiferencia, alejamiento, adocenamiento, religiosidad superficial arraigue algo bien distinto y hermoso, como el árbol de la mostaza, frondoso hasta para que los pajarillos aniden en él.
 Es hoy cuando la levadura sigue actuando. Solo nos corresponde saber esperar… qué difícil.



Que seamos capaces de construir cada día el Reino de Dios con una vida coherente, con una vida acorde a las exigencias del Evangelio, con una vida donde vayamos puliendo cada día todo aquello que son asperezas, para que nuestra fe sea realmente una forma de vida.

El reino de Dios, aunque requiere nuestra colaboración, es ante todo don del Señor, gracia que precede al hombre y a sus obras. 
Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. Es el milagro del amor de Dios, que hace germinar y crecer todas las semillas de bien diseminadas en la tierra.
 Y la experiencia de este milagro de amor nos hace ser optimistas, a pesar de las dificultades, los sufrimientos y el mal con que nos encontramos. 
La semilla brota y crece, porque la hace crecer el amor de Dios. 




LUNES
“ Mujer quedas libre de tu enfermedad ”




De numerosos pasajes del Evangelio podemos deducir que Jesúsejercía su actividad salvadora, liberadora y sanadora particularmen-te el día de shabbát. Es lógico suponerlo, pues era el día en que la co-munidad judía se congregaba en la sinagoga para el culto semanal.

san Lucas 13, 10-17 

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. 
Su enfermedad  la atribuye el evangelista a una influencia del demonio.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. 
Y glorificaba a Dios.

El verbo utilizado por Jesús está cargado de sentido. No se trata sólo de una curación,sino de una liberación de ataduras sufridas por muchos años.

 Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado». 

Pero el Señor le respondió y dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar?

Con su actuación Jesús insiste nuevamente en que el shabbát está ordenado a dar culto a Dios y a practicar la caridad con el prójimo.Dios ha establecido el shabbát para el hombre y no el hombre para el shabbát
El tiempo de Jesús es tiempo de salvación.

 Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».
 Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.




Siempre nos sorprende este Dios que es todo ternura. No deja de hacerlo. Jesús, mírame a mí también. Bien sé yo que tu mirar es amar Y tu amor misericordia.
¡No permitamos que nada ni nadie nos haga vivir sometidos y encorvados!
¿Estamos en pie? 
Pongamos hoy nuestra humanidad encorvada, tantas veces rota, herida, enferma ante Jesús para que Él imponga sus benditas manos sobre ella y escuchemos con fe:
 ¡Quedas libre de tu enfermedad!

DOMINGO

“ Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón ”






san Mateo 22, 34-40 

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». 
Pregunta difícil. Jesús en su respuesta, en cambio, habla de un primer mandamiento y de un segundo, que le «es semejante». Dos elementos inseparables que son una sola cosa.

Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. 
 Amar a Dios es amar al prójimo. Amar a Dios es procurar que se cumpla lo que Dios quiere para sus criaturas: que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, libera a los cautivos, etc.
Este mandamiento es el principal y primero. 
El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas

Para Jesús la respuesta es clara, el amor a Dios y al hermano está en la raíz de toda la Ley. Si observamos la vida de Jesús, no hay duda de qué significa el amor ni quién es el hermano a quien tengo que amar y a quién no. 
Para él, el amor es entrega total de la vida y los hermanos son todos los hombres y mujeres del mundo, incluso los enemigos. Sus palabras las ilustró amando hasta morir en la cruz, sin reservarse nada.


El amor a Dios se demuestra y se vive en el amor a los hermanos.  Amar a Dios es reconocer que el mundo tiene sentido, que el universo ha sido creado por su amor, y que tiene en el amor su razón de ser. Amar a los hermanos es la forma coherente de corresponder, agradecidos, al inmenso amor que Dios ha derramado primero sobre cada uno de nosotros.
Y esa dimensión generosa de nuestra existencia ha de ser incondicional, sin limitaciones ni fronteras, encontrando permanentemente en los demás el rostro amigable de Dios, su ser paternal. Quien acoge, escucha y abraza a un ser humano, a quien acoge, escucha y abraza es al mismo Dios. Esta es la centralidad de nuestra fe y nuestra identidad..

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